El país del humo

Tersos, narrados con cálida inmediatez, con sereno aplomo cercano a veces al relato oral--pero a veces surgidos desde el centro mismo de un delirio--, estos admirables cuentos de Sara Gallardo asombran, sobrecogen, iluminan: hondamente reales, penetrados siempre de una sobrenaturalidad que deslumbra. Cada uno de ellos revela hasta qué punto esa mera costumbre a que hemos reducido el vivir cotidiano es para quien sabe descubrirlo el ámbito de lo desconocido, lo imprevisto, la apertura hacia esa otra orilla de lo sagrado. El ambiente campesino que Sara Gallardo describió con tanta lucidez y ternura en libros anteriores y los seres que lo pueblan reaparecen aquí, pero esta vez como permanente vía de acceso hacia el misterio radical de toda existencia. Quizá sea única la destreza--habría que decir la sabiduría de los relatos que provienen de tradiciones inmemoriales--con que Sara Gallardo hace convivir lo remote y lo inmediato. Cuentos como estos hacen pensar en lo fútiles que resultan a veces los intentos de describir la literatura fantástica. No se trata aquí de la distinción entre hechos probables o imposibles de acuerdo con las normas de la realidad y sus pautas, base de muchas explicaciones de lo fantástico. Tampoco del desplazamineto de cosas y seres fuera de su ámbito corriente, recurso habitual en los superrealismos. Ni aparece el ardid de iluminar muy de cerca un hecho trivial que, en un primer plano absoluto, puede adquirir proporciones monstruosas. Lo fantástico es, aquí, el otro lado de la realidad que no logramos ver: es decir, la realidad misma. Estos relatos se agrupan no por temas, sino por elementos de la realidad objetiva que aparece en ellos: el desierto, jardines, puñales, trenes. Otras veces son situaciones que los personajes mismos han creído permanentes y que sólo eran esperas del momento esencial: destierros del vivir "normal", "percances" que declaran irrisoria toda normalidad. Alejados de toda voluntad de fácil sorpresa, inclasificables: nada más genuino que el asombro que suscitan estos cuentos de Sara Gallardo.